junio 19, 2013

Juan López presenta Los animales hembras


El texto que se transcribe a continuación fue el que leyó el poeta Juan López, durante la presentación del libro Los animales hembras, el 13 de junio pasado, en La Nave Cultural. López nació en 1962, en Mendoza, Argentina, donde reside. Se ganó la vida como artesano, cartero, cobrador y docente. Licenciado en Letras, se especializó en corrección y edición de textos y en redacción periodística. Para publicar sus primeros poemas, creó el sello Ediciones Simples. Ha ofrecido numerosos recitales poéticos. En papel, publicó Poemas (1999), Ciclos vitales (2001), Mirá (2005), Arañas (2009) y Notas de agosto y otros poemas (2011). Es autor del blog «Payador incorrecto».
El texto de la presentación lo tituló "Literatura de Runno". Y fue así:


Quiero dedicar estas palabras, además de al autor de Los animales hembras, a Victorio Coco Romairone, que hubiera estado muy contento de estar acá.

1

Los escritores no escribimos libros. No sé si esto se enseña en las escuelas primarias y secundarias. Sí sé que se enseña en algunas universidades y, por supuesto, se aprende y se enseña fuera de las instituciones educativas. Los escritores no escriben libros, escriben obras, ciertos textos, y luego de un casi siempre largo y complejo camino, esas obras pueden terminar o empezar en un libro.
Los escritores que valen la pena, o la alegría, la emoción, y agregue cada uno lo que quiera, son los que no escriben libros. Aquellos que no perpetúan ni repiten eso que llamamos statu quo cultural, sino aquellos que lo desafían, lo cuestionan, lo embellecen, lo iluminan, lo escudriñan, lo develan, lo contradicen, lo denuncian, lo piensan... Por eso es tan importante un editor, por eso es tan raro encontrar buenos editores, por eso son tan dañinos los malos editores, principales responsables de que existan malos libros.
Contrariamente a lo que se puede pensar, el auge de la edición digital es una suerte para el libro en papel, porque las editoriales comienzan a publicar a bajo costo obras digitales y destinar dinero a hacer cada vez mejores libros de papel. 
«Esta editorial no publica», afirmaba, en broma y en serio, una destacada editora argentina. Quería decir que solamente hay que publicar lo original, lo que aporta algo nuevo al paisaje cultural. Es deshonesto, por ejemplo y entonces, publicar obviedades, es inmoral, está mal, porque entre otras cosas se gasta papel, y sabemos qué significa que se gaste papel, y se pierde tiempo que se podría dedicar a cosas importantes. Y se pierden muchas otras cosas.
Que la Ciudad de Mendoza haya publicado Los animales hembras es un bien para nosotros, que hoy somos otra vez el público. Creo que el Municipio tiene un desafío: apostar a tener una casa, un organismo editorial con todas las letras, con una política editorial que continúe pero que además trascienda los premios literarios, con más editores, con colecciones, y profundizando lo muy bueno que se ha hecho y se viene haciendo.
Tenemos que estar contentos hoy también porque esta noche la llamada «imprenta oficial» del gobierno provincial está lanzando su primer título: El inquilino de la soledad, de Ricardo Tudela, que inicia la que han denominado «serie dorada». Brindaremos también por eso. El gobierno provincial debería tomar nota de que la Municipalidad de Mendoza presenta hoy un libro que participó y fue distinguido en el premio literario Vendimia. Un verdadero gesto de civilización que debería repetirse a la inversa. Curioso hecho, de todos modos, que la provincia elija como primer título una obra de Tudela, cuya biblioteca administra la comuna capitalina.


2

No comparto esa visión del mundo que sostiene que la gente no lee, y toda la serie de razonamientos que, podemos suponer, deriva de esa afirmación. Me parece que pensar así es como ese padre que con su conducta le transmite a su hijo que está todo mal, que no hay esperanza, aunque realmente esté todo mal y él no tenga esperanza. Esa educación frustrada y frustrante. No, me quedo con ese padre que, sin mentirle a su hijo, soporta en sus espaldas los dolores personales, de su generación y de la época e intenta transmitirle una mirada constructiva, mostrarle el lado bueno de las cosas, sin ocultarle el malo, que es cotidiano y evidente y, por otra parte, muy difícil de tapar.
Creo que para ese padre y ese hijo simbólicos y no sé si tan utópicos que me gusta imaginarme están escritos este y otros muchos libros. Hablamos de este objeto tan simple como maravilloso. Un códice, una serie de papeles encuadernados, impresos de los dos lados, con texto e ilustraciones, y con una cubierta protectora. Quién se atrevería a contradecirnos sobre el valor de esto: un libro, otro de los increíbles productos que ofrece el sagrado mercado.


3

Como en el boxeo, trato de mantener distancia, para no recibir castigo. Como en el boxeo, intento distanciarme un poco de la literatura de Mauricio Runno, para poder observarla y para poder, cada tanto, meterme en su guardia y, si no ya pegarle, al menos llegarle con algunos toques hasta el clinch o hasta la campana.
Qué importancia puede tener decir que este libro que hoy presentamos está bien escrito. Los buenos escritores son en realidad, y siempre, verdaderos pensadores, seres que aportan una mirada nueva, distinta, que mueven el mundo, el grande e inconcebible y el pequeño mundo de cada uno. Seres preocupados por el presente y por el destino de la humanidad. Sí, suena exagerado pero es así. Un verdadero escritor es eso.
Conocí a Mauricio a fines de los 80. Comencé a trabajar de corrector en el diario Mendoza, cuando pasó de formato sábana a tabloide y se rebautizó Mendoza Hoy. Eran tiempos difíciles, mucho más difíciles, pienso, por lo menos para mi vida, que los actuales. Una redacción de las de antes: galpón grande, las Léxicon 80 (todavía no llegaban las primeras Mac), uno, dos o tres escritorios por sección. Deportes, policiales, sociales, política, gremiales, espectáculos, cultura, nacionales, locales y demás secciones compartían ese galpón. Ahí vi por primera vez a un chico de caminada veloz, un poco a los saltitos, que colaboraba en la sección de espectáculos, cultura, donde hiciera falta. Inquieto, siempre muy inquieto. Llegaba, conversaba con sus jefes, se sentaba, escribía, se paraba, salía, luego de unas horas regresaba, se sentaba, escribía. Yo lo veía cuando me escapaba de la oficina de Corrección y me iba a tomar aire o, mejor dicho, humo, a la redacción. Después comencé a conocer lo que Runno escribía en el diario, su periodismo a secas, su periodismo literario, su narrativa, su literatura.
Hoy lo tengo cerca, acá en este lugar y por suerte también en la vida, y sigo viendo al mismo escritor inquieto, inteligente, impertinente y talentoso, apasionado, por momentos trágico de un modo convincente y por momentos divertido de un modo insoportable. Pero ha pasado el tiempo, y ese pibito al que le llevo casi diez años se transformó en un escritor difícil de definir. Tal vez con esa sola palabra, escritor, sea suficiente. A mí me basta con eso y con saber que mientras uno hace cualquier cosa, él está escribiendo. Como un dios, que mientras hacemos cualquier cosa, él está en sus cosas, que en general son más importantes que las que hacemos el común de los mortales. Creo que ese es el mayor poder de la literatura de Mauricio: construir lugares, imaginarios y reales a la vez, con un convencimiento admirable y una maestría envidiable. Y solo, y sin apoyarse jamás en discursos resentidos por lo mal o bien que está la literatura en Mendoza o en el mundo, por si la gente lee mucho, poquito o nada. Este escritor vence con su escritura toda esa moral detestable.


4

Los animales hembras es un conjunto de relatos con una personalidad que podríamos calificar con ese «ufff» que proferimos cuando fracasamos con las palabras. Desde el punto de vista de la teoría literaria, estos textos podrían caer en algún casillero, pero los escritores tampoco escriben para ser clasificados, aunque esto resulte inevitable. Podemos incluirlo en la tradición de los bestiarios medievales y por supuesto hacer un vínculo directo con el bestiario de Cortázar. Pero no hay aquí zoología ni animalogía, más bien lo que encontramos es un breve tratado de humanología.
Está ahí el autor, escondido o semioculto entre sus numerosos narradores, está ahí como lo conocí hace muchos años y como lo he venido siguiendo, leyendo, conversando con él, y aprendiendo de su mirada despiadada en un extremo y, en el otro, indefensa y humana. Disfruté mucho el libro, que tiene un piso de exquisitez e intensidad narrativas y descriptiva desde el cual se eleva para conquistar verdaderas altas zonas reflexivas y poéticas. 
Por último, con la literatura de Runno me suele pasar lo siguiente: me siento invitado a un lugar en el que, a la vez, me ofrecen sabiduría, vértigo y belleza, y donde al mismo tiempo, y todo el tiempo, me están diciendo, a cada línea, a cada párrafo, que, cuando se trata de escribir, no hay por qué hacer, jamás, ninguna concesión. 
Como un boxeador que zafó de que lo mataran a trompadas, después de Los animales hembras agradezco seguir en pie tras haberme topado con semejante púgil. Y celebro sobre todo seguir vivo, poder estar acá haciendo esto. Solamente me queda ahora descansar un poco y comenzar a prepararme para la próxima pelea.
Muchas gracias.
J.L., Mendoza, jueves 13 de junio de 2013.