octubre 16, 2013

Gabriela Nafissi sobre “Los animales hembras”

Un deseo decidido, por Gabriela Nafissi
Presentación en Feria del Libro Mendoza, 12 de octubre 2013.

¿Qué motor, teleología sutil y subterránea llevan a un niño de siete años a pasarse horas en la plaza leyendo en lugar de mecerse en los columpios y subir a calesitas esperando atrapar una sortija? ¿Qué empuja tan fuerte? ¿Qué lo incomoda del banco escolar a hacerse la rata para frecuentar bibliotecas de Babel? ¿Qué lo decide a gastar sus ahorros en libros y revistas de todas las especies? ¿Qué lo prescinde de satisfacciones inmediatas y a gustar del largo plazo, del rodeo, de la demora? Porque leer es un acto insumiso pero paciente. Son los insumisos los que cuestionan el orden del mundo y, tal vez los que puedan salvarlo, si se quiere, de la inercia y del aburrimiento. Porque vivir puede convertirse en eso, o en un continuo interrogante, con algunos respiros de velos y sosiego.
Encuentro un impulso animal en esta imperiosidad. Freud decía que las pulsiones que mueven a los hombres tienen un fin externo a la manera de un “león buscando a quien devorar”, mientras que lo interno serían las variaciones corporales sentidas como satisfacción. Toda pasión tiene una dimensión de pathos (sufrimiento), además de la deseante. La escritura, en este caso, aparece entonces en su doble nivel de satisfacción, la del recorrido que acaricia la felicidad y la que no sucumbe a la palabra, va más allá del bienestar, de la homeostasis, es el reino del goce. Y eso es lo más humano que tenemos, nosotros los animales parlantes.
Runno plasma en sus textos la pasión por la letra, que se revela como un hambre de leer y el partenaire que lo anuda es la escritura. El mundo entero será la materia prima, su alimento. Lee con hambre de león pero escribe con el trazo justo, sin excesos. Se anticipa en el tiempo, sabe donde el corte es necesario para dejarnos en un estado deseante y querer seguir leyéndolo. Una primera lectura puede mostrarnos una cara de la moneda y la siguiente su anverso. Si hay una tercera, aparecen los matices, pero no hay que pretender entenderlo todo. Despabila y revela y lo que vela nos mantiene atrapados, o nos conmueve alguna fibra. Su pulso literario maneja una tensión continua, un cierto dinamismo, que puede llevarnos del calor tropical, a la anestesia, del humor a la angustia, de la densidad a la ligereza. 
Hay gente que sabe muy tempranamente lo que hará el resto de su vida. Pero hay otra que, además, tiene el coraje de sostenerlo. Un ejemplo que puede llegar a tornarse paradigmático es el de Mitra Kadivar, una psicoanalista iraní que, hace un tiempo, fue apresada por ejercer su profesión y por ser mujer. Conmovió a la comunidad analítica internacional a tomar una postura activa, se juntaron las suficientes firmas que lograron el propósito de liberarla. A veces, el deseo vocacional no cede, no hace concesiones, ni siquiera en los entornos más adversos. Se requiere de coraje para hacer un verdadero surco y propiciarse una morada desde la cual habitar para ejercer ese deseo. Mitra Kadivar encarna el deseo decidido, también Mauricio Runno hace su trazo con deseo y coraje, dejando una marca indeleble, pese a quien le pese y cueste lo que cueste. El deseo es acto.

ESCRIBIR CON SANGRE Y HASTA EL HUESO
Con sólo diecisiete años Runno fue premiado en la Bienal de Arte Joven en dos géneros, simultáneamente: cuento y poesía. Un logro significativo que propulsó su intención de continuar escribiendo. Luego vendrían otros reconocimientos por su libro “Los dictados de la moda”(mención de honor del Fondo Nacional de las Artes en Buenos Aires). Incluido en la antología “Mitos y leyendas cuyanas”, editado por Alfaguara. Sin embargo, fue en el año 1999 cuando publicó el libro "Pasadas de moda" en Estancia Los Álamos, el momento crucial en su decisión de escribir. Seguirán otros libros: en 2009 publica el ensayo "Un vicepresidente en la alcoba", suerte de biografía no autorizada sobre el ex vicepresidente de Argentina, Julio Cobos. En 2010 aparece su libro "Tus epitafios", editado en España por Luarna, en formato e-book. Y en 2013 obtiene la “Primera mención en el concurso Vendimia 2012, en la categoría de libro de cuentos con "Los animales hembras" que además de haber sido publicado por la Editorial Municipal de la Ciudad de Mendoza, se encuentra en formato e-book. 
A partir del primer libro publicado, pese a su versátil capacidad para ejercer oficios, no encontrará mejor destino posible que ser escritor, al menos en primera instancia. Como un río bajo el río, palpitará hasta hoy, otra fuerza, la de diseñar y construir laberintos, cuyo inicios se derivan de esa época en la participó de la construcción del Laberinto Homenaje a Jorge Luis Borges. Podemos vislumbrar una suerte de continuidad poética en rimar en el espacio con flores, plantas y cemento. A la manera de un pacto secreto, puedo imaginarlo pinchándose un dedo, metido en algún laberinto, y mezclando su sangre con la tinta. 
Frente a lo inconsistente de la existencia y la vacuidad del ser, los deseos son utopías que nos sirven para inventarnos razones para existir. Así Mauricio Runno ha visitado tumbas, recopilado epitafios y ha discurrido sobre esa banda de moebius que es la vida-muerte. Podríamos decir que, en su oficio de escritor (por qué no también de periodista), es un arqueólogo que sabe dónde buscar los huesos. Un hombre cuya razón para existir es la escritura, creo que se merece algún cielo. Él mismo ha dicho que hay que escribir con sangre y hasta el hueso. Su enfoque es algo descarnado, se aproxima al hueso de lo real, aunque sabe que es una cita inútil. No excluye la dimensión del sufrimiento. Nos lleva a abismar el resplandor, un borde siniestro, pero sin pretender aclarar la opacidad de la vida. Nos dice por ejemplo: “Pensar en la muerte es una esperanza” y también: “La muerte es el pez de las profundidades…”. Nos muestra un saber acerca del fuera de ley que es la muerte. Y en este sentido, hace una referencia a ciertos epitafios con: “…muy pocas palabras, apenas si las necesarias. Letras que iluminan con su propia estética, demasiado representativas, se les ve el hueso”. 
Me atrevo a decir que, a la literatura la vive, la desea y la sufre como a la mujer en Borges “esa que duele en todo el cuerpo”.

ESCRIBIR ES UN PACTO SECRETO
Para él escribir es un pacto secreto. Esta intimidad tan necesaria que requieren los artistas, este exilio en el silencio del que escribe, nos revela la condición humana. Pascal Quignart hace referencia a esta cuestión del secreto como aquel lugar vedado para los otros, aunque también para el que escribe, a lo que refiere “Quien tiene un secreto tiene un alma”. Un escritor sabe que su autoría es relativa, hay alguien que lo escribe, y confía en ese pacto. El escritor hace un pacto secreto con su escritura, es un acto de confianza hacia su propia otredad, que se manifiesta en el gerundio mismo de su ser escribiente. Su don es también secreto para sí mismo.

UN ANIMALARIO SINGULAR
El autor ha dicho sobre su libro “Los animales hembras” que es un libro sobre la animalización humana, o la humanización de los animales.
En este animalario singular encontramos animales que matan a sangre fría, perros de la calle que atacan a sus victimarios y perros que se conforman con limosnas. Hay comunidades de gusanos que muestran el lado más inmundo de los hombres, porque no tiene nada de zen ese estado de nirvana. Y los que sueñan con “destinos de seda” apenas si levantan vuelo, ya se están incinerando. Todo un mundo felino de pumas transformistas que se suben a la moto, gatos cuyo trago más dulce es no preferir hacerlo, gatas y leonas gozadoras que demandan a sus machos ilimitadamente. Panteras que lo dan todo y no piden nada a cambio y, sin saberlo, ratonean la cabeza de los hombres. Hombres-ratones mutilados por pirañas brasileras. Y ahí se abre el más vasto de los mundos: el acuático. Son bien ominosos estos seres. Anguilas que resplandecen pero así también se escabullen. Peces que te follan la cabeza, peces absurdos que habitan en la mirada de los ilusos y los niños, y los que se te incrustan en el ojo para mostrar tu calavera. Esos que sobreviven en la mirada que fascina y horroriza. El pez fondista de los océanos y de las tumbas. Las que más prometen son las sirenas que encienden el motor del sexo. En lugar de traducir, besan e inducen a la petite morte. Están los toros que aplastan su hemisferio izquierdo, por las dudas. Hay mascotas que por el hecho de hablar se desentienden, hay serpientes noctámbulas que vigilian y porque sobreentienden, se arrastran. 
En este universo que nos presenta el autor, los animales hablantes buscan a sus partenaires y trazan sus destinos a partir del desencuentro. No coinciden la palabra y la cosa, y en esta hiancia, Mauricio Runno hace prosa, cuentos de un valor exquisito para el mejor paladar.